sábado, 29 de marzo de 2008

El cacerolazo y los jóvenes

El cacerolazo fue una sorpresa para muchos. Sin embargo, un elemento nuevo debe formar parte de los análisis políticos para el futuro: la presencia de jóvenes.
Era común escuchar en estos años el comentario sobre el desinterés de la juventud en la política. Estos “idus de marzo” están mostrando quizás el despertar de una nueva generación. Y esa es la mejor noticia, por encima de los temas en debate.
No es ya la generación “del plomo”, que tardíamente muestra con sus resentimientos a cuestas la administración “K-K”. Tampoco la generación de la recuperación democrática, con la mística de la democracia institucional que liderara Alfonsín. Y tampoco la generación de la frivolidad de los años 90, en línea con la onda de la euforia libremercadista propia del fin de la guerra fría.
Es un nueva escalón generacional, más cercano a las visiones del mundo global, al que le llegan las preocupaciones por el deterioro del planeta y el crecimiento de la violencia; que se interesa por la equidad en forma positiva actuando en ONGs solidarias, que descree de las grandes burocracias –sindicales, partidarias, estatales, empresariales- y que se conecta directamente con las portentosas posibilidades que le da la red.
Esta nueva generación tiene “hambre de verdad” y no acepta ligeramente admoniciones con el dedito levantado ni construcciones seudoideológicas que sabe mentirosas. Tiene sentido común, tiene sentimientos y quiere tener ilusiones de poder vivir un mundo mejor.
¿Quiénes son? Pues los que están posibilitando que nuestra sociedad siga funcionando, a pesar de las agresiones cotidianas de la violencia, de la política, de los sindicatos, de las mafias piqueteras, del poder. Son los jóvenes productores tecnificándose más que ningún "empresario bonaerense" del “modelo productivo”, agregando las últimas innovaciones en maquinaria, genética, tecnologías de siembra y hasta organización empresarial; son los exportadores de servicios, que rompen récords año a año; son los generadores de audiovisuales, llevando a todo el mundo la obra de nuestros creadores, artistas, guionistas y técnicos.
Son los que están haciendo surgir la actividad turística a pesar de la supina incapacidad de los gestores públicos para garantizarles adecuada infraestructura y buenas condiciones de negocios; son los emprendedores, en la ciudad y en el campo, haciendo nacer pequeñas empresas por todos lados, ocupando los nichos globales más inveroscímiles; son los ex-piqueteros reconvertidos en empresarios cooperativos, que han renunciado a sus "planes sociales" que los salvaron de la emergencia, para organizarse en talleres para exportar prendas confeccionadas por las amas de casa, diseñadas por diseñadores solidarios de alta costura.
Son los chicos y chicas que, al compás de sus "mp3" y con un optimismo sin concesiones, a veces bajo una lluvia torrencial, reparten pizzas en patinetas o trabajan de meseras en los restaurantes elegantes, para ayudar a pagarse sus estudios.
Esa Argentina existe, vive, pelea su futuro día a día. Está formada por esas semillas del futuro exitoso. No tienen nada que ver con el "proyecto K-K".
¡Como no enorgullecerse de ellos!
Claro, está la otra Argentina. La del poder clientelista armado para enriquecer pocos bolsillos. La de los empresarios bonaerenses golpistas del 2001, que llegaron con Duhalde y se quedaron con Kirchner, y ya están mandando al exterior lo que ganaron. La del aparato político bonaerense, que roba ingresos a los productores para edificar su poder clientelista con gente a la que le pagan para funcionar como "camisas negras" -D'Elía, Pérsico, etc.- y apoyado en las redes delictivas del conurbano, en connivencia con los punteros políticos, policías y jueces corruptos. La que vive de las licitaciones amañadas de gasoductos y autopistas, y de las “comisiones” por cada trámite que hay que hacer en el Estado. La que arma negocios millonarios sin poner un centavo, como la vergonzosa operación de kirchnerización de YPF. Es la Corporación de la Decadencia. Ahí está “K-K”
Lo notable de la lucha de estos días fue la cantidad enorme de jóvenes. En las rutas, en las ciudades del interior, en los cacerolazos de la Capital Federal. Conforman la generación "post-conflictos". No habían nacido cuando Isabel Perón, ni cuando los Montoneros, ni cuando el Proceso. Algunos, no habían nacido cuando Alfonsín. Esa generación es la esperanza.
El gran interrogante es cuánto tardará en imponerse al mundo viejo, hegemonizado por la corporación de la decadencia. Pero ya empezó su lucha en estos días.
En lo personal, no me inspira otra cosa que simpatía, entusiasmo, y el renacimiento de la esperanza en este querido país.


Ricardo Lafferriere

Cristina, Kelsen y las retenciones

¿Qué diría Techint si el gobierno decidiera “retenerle” el 44 % del precio total que cobra por un trabajo exportado, con el argumento de que está lucrando con la pesificación asimétrica que le permite pagar salarios retrasados?
¿Qué diría el inefable Cristiano Ratazzi, presidente de FIAT, si del precio de cada automóvil que exporta –fabricado en el país con combustible subsidiado, energía subsidiada y salarios subsidiados- se le restuviera el 44 % de su valor?
¿Por qué lo que parece justo en un caso provocaría una generalizada repulsa en los otros? ¿Por qué al campo se le puede robar, y a los industriales no?
La dura polémica a la que asiste el país entre el gobierno y los hombres de campo está tensando la convivencia nacional a un extremo que se acerca peligrosamente al desborde y al caos. La utilización de una “guardia pretoriana” para enfrentar a ciudadanos que protestan de una forma que el propio gobierno incitó durante todos estos años a que utilizaran los distintos sectores desconformes por distintas cosas al tolerar y amañar los cortes, los bloqueos, los “escraches” y todas las formas violentas de resolver desconformidades, está llegando al borde de un caos generalizado. La pasividad de la administración muestra, una vez más, que el país ha andado en estos años por sí mismo, y que el único mérito del gobierno ha sido acompañar sin gestionar, por lo que ante el primer riesgo de tener que tomar decisiones porque la situación se torna desfavorable, la reacción instintiva es correr a refugiarse al Calafate. “Irse a la estancia”, como en el viejo chiste de la viuda rica al enterarse que podía llega el comunismo...
Esta vez se les fue la mano. Y la presidenta, que no es iletrada, lo sabe.
Ella, que invocó su convicción kelseniana en oportunidad de su último discurso en el Congreso, sabe que en la pirámide jurídica la prelación normativa suprema radica en la Constitución. Luego, las leyes. Por último, los decretos del Poder Ejecutivo, en el marco de las leyes. Y tanto las leyes como los decretos son válidos sólo en cuanto se dicten en armonía con las normas constitucionales. Sabe que las retenciones son inconstitucionales, y que en un debate abierto como el que han desatado con su codicia no hay forma de defenderlas.
La Constitución tiene un artículo, el 14, que establece la inviolabilidad de la propiedad. No puede ni Moreno, ni Lousteau, ni ella misma, tocar esa propiedad si no hay una ley previa que la declare sujeta a expropiación, un juicio con derecho a defensa y un pago previo. Nada de eso existe en el caso de las “retenciones”, inconstitucionales, ilegales y antijurídicas: el gobierno resuelve quedarse con ingreso que es propiedad de sus dueños pasando por encima de sus derechos constitucionales. Aunque se disfracen de impuestos aduaneros, que deben también discutirse en el Congreso y no pueden ser confiscatorios. Se usa para justificarlas una “ley” de Onganía, disfrazándolas de impuestos a la exportación. La Corte ha dicho que los impuestos no pueden absorber más del 35 % del valor de un producto, porque serían confiscatorios. Las retenciones son inconstitucionales, su legalidad emana sólo de una “ley” originada en un gobierno dictatorial, y su monto supera ampliamente lo permitido por la justicia. En conjunto, entre las retenciones (44 %), el impuesto a las ganancias (35 %), el IVA no deducible, los impuestos provinciales, las tasas municipales y las contribuciones patronales, el peso impositivo sobre la producción agraria oscila en alrededor del 65 %, llegando en algunos casos al 90 %. Son, en la visión de la filosofía del derecho a la que adhiere la presidenta, sencillamente ilegales.
Peo no sólo son ilegales. Económicamente son la expresión de una visión retrógrada, fuertemente conservadora, con las que se financia la conformación del bloque de poder clientelista y subordinado que comenzó Duhalde y prosigue su gestión.
Esta lucha está mostrando la puja de dos países.
El futuro de crecimiento en un país abierto al mundo, competitivo e inclusivo, protagonista de la globalización sin enconos ni complejos, asentado en la potencia creadora de sus hombres y mujeres trabajando con imaginación y tesón, o el pasado de un país cerrado y clientelista, prebendario y corrupto, en el que los ciudadanos son objetos de las trasnochadas veleidades políticas o ideológicas –destinadas al “zonzaje”- por parte de la vergonzosa asociación ilícita que se está quedando con el país.
Se trata de la lucha del país del pasado por sacarle a los hombres de campo el fruto de su trabajo, su riesgo y su inversión, y de éstos para defenderlo, sencillamente porque es de ellos.
De cualquier forma, es interesante reflexionar sobre los dos caminos que se debaten sobre el destino de los ingresos de los productores agropecuarios. Se respeta el estado de derecho y quedan en sus manos; o se les roba para que sea la administración “K-K” la que diga que se hace con ese dinero extraído a sus dueños.
En manos de los productores ese ingreso circula hacia varias corrientes importantes:
1. hacia las empresas fabricantes de maquinarias agrícolas, tractores, cosechadoras, sembradoras;
2. de éstas hacia sus trabajadores, técnicos, distribuidores, fabricantes de sus partes –pequeñas metalúrgicas, tornerías y talleres locales-,
3. nuevamente desde estas últimas a los trabajadores del sector, los comerciantes y proveedores de los pueblos, (con sus empleados),
4. hacia los municipios a los que les abonan los impuestos, y desde allí hasta los trabajadores municipales, las obras públicas locales, el florecimiento de los pueblos del interior mejorando su calidad de vida.
5. hacia el conjunto de impuestos locales, con los cuales se refuerzan las finanzas de provincias y pueblos: mejora la educación, la salud pública, las obras públicas locales.
6. Otra corriente va hacia los proveedores de siembra, fabricantes y proveedores de semillas, fertilizantes, agroquímicos y demás insumos agropecuarios, profesionales agronómicos, veterinarios, técnicos.
7. Y es posible que, como es tradicional, el excedente que hubiere se invierta en la explotación ganadera, la “caja de ahorros” del hombre de campo, incrementando la producción de carne, con sus derivados –veterinarios, peones de campo, proveedores de genética, medicamentos, etc-.
¿Dónde van, por el contrario, las retenciones administradas por la gestión “K-K”?
No mencionaremos “la valija de Micheli”, ni las coimas de Skanska, los sobreprecios de los gasoductos o el pago a precios exorbitantes del gas importado de Bolivia. Sólo hablaremos de las corrientes de gastos más evidentes, la mayoría de los cuales no surgen de un debate parlamentario sino que están utilizados con la discrecionalidad de quien maneja un almacén propio. ¿Hacia dónde va la recaudación de las retenciones administradas por el gobierno?
1. hacia las prebendas al Sindicato de Moyano, utilizado como fuerza de choque estilo “camisa negra” seudo fascista.
2. hacia las transferencias a las empresas transportistas de colectivos, con fuertes “devoluciones”, a las aéreas, y a las ferroviarias, a las que se les garantiza una renta sin competencia desestimulando su inversión en equipamiento.
3. a empresas fantasmas, como ENARSA, o la propia LAFSA, creada por Dualde y continuada por Kirchner, que sigue pagando sueldos de 10.000 pesos mensuales y más a personal que no hace nada, porque no tiene aviones, ni vuela.
4. a los subsidios a empresas deficitarias amigas del gobierno.
5. a reforzar las “sugerencias” y presiones a los gobernadores, Intendentes, Jueces y periodistas en la nueva “cadena de la felicidad” que tanto éxito le dio al menemismo en sus diez años de gestión;
6. hacia la utilización política para alinear sindicatos, repartiendo fondos a las obras sociales de los sindicalistas que acepten a Moyano como su jefe.
7. hacia las transferencias a los empresarios bonaerenses golpistas del 2001 que heredaron del duhaldismo.
8. hacia la construcción clientelista de poder a través de los municipios del conurbano, el pago a personas convertidas en “carne de cañón” de movilizaciones amañadas y aplaudidoras acarreadas en los actos de apoyo a las internas políticas o sindicales del esquema oficial.
9. hacia la construcción amañada de la reorganización del peronismo, nuevo juguete del ex presidente formal desde la Casa de Gobierno de Puerto Madero.
La diferencia es nítida.
Por el primer camino el país tomaría la senda homologable de contruir un futuro integrado, federal, apoyado en el potencial creador de sus ciudadanos más dinámicos, sostenido en un sistema político en el que la base última es la reflexión y decisión de ciudadanos libres.
Por el segundo, se profundizarán las distorsiones republicanas propias del país corporativo, estancado y envejecido, de espaldas al mundo en el que, a pesar de la oportunidad internacional, se están desperdiciando alternativas que difícilmente se repitan en el corto plazo. Un país que, en pleno auge y “optimismo”, ha girado al exterior en el segundo semestre del 2007 nada menos que USD 8.622 millones de dólares, más que los que expulsó durante la crisis del Tequila, en el primer semestre de 1995 (USD 5.787 millones) o los emigrados en el segundo semestre del 2001, cuando todo se caía (USD 6.491 millones). Un país cuyos funcionarios no dudan en perjudicar a sus productores y beneficiar a sus competidores del exterior, regalando mercados que costaron décadas conquistar, a la capacidad exportadora de Brasil, Uruguay, Paraguay y los propios “farmers” norteamericanos, felices de las decisiones de la administración “K-K”, como lo menciona Jorge Castro en su nota de Clarin del 22 de marzo.
Los hombres de campo, como lo han hecho tantas veces en la historia, están abriendo un camino y mostrando un ejemplo. Bastante han tolerado hasta ahora el desprecio y la soberbia. En todo caso, la política –gran ausente de éste y de todos los debates importantes desde el 2001- debiera tomar nota para que no se extienda en todo el país un nuevo y potente grito de que “se vayan todos”.


Ricardo Lafferriere

miércoles, 19 de marzo de 2008

De "aristócratas" que "indignan"...

            El poder, al final, pule. Eso se advierte al escuchar que el rival de Moyano ahora es la “aristocracia” del campo. La novedad de Secretario General de la CGT cuidándose en el lenguaje quizás sea un lapsus provocado por su nueva pertenencia, de la que goza desde hace un tiempo: la solidaridad de clase con aquellos que tantas veces criticó –cuando era un joven militante de la Juventud Sindical Peronista, ni yanqui ni marxista, y despotricaba contra la “oligarquía vacuna”-.

            Claro, ahora Moyano, además de un palacete multimillonario, tiene campos. Varios campos. Está con un pie en cada lado de la trinchera, y debe sentirse mejor (auto)tratado definiéndose como Aristócrata, en lugar de integrar las huestes de su vieja y despreciable enemiga y darse cuenta que pasó a ser, sencillamente, un oligarca.

            Un oligarca –no un aristócrata- es el que aprovecha su función o su sitio preeminente en la escala social o política para beneficio propio directo, sin asumir sus obligaciones frente a los demás. Es la diferencia que hacía Aristóteles entre la “aristocracia” y la “oligarquía”, la primera como una forma de gobierno de “los mejores” –por definición, unos pocos, trabajando por el bien de todos- frente a su deformación, la “oligarquía”, consistente en que el lugar de “los mejores” es ocupado por “los peores”, también muy pocos, pero dedicados centralmente a sus propios intereses, desinteresándose del conjunto o usando falsamente sus necesidades. Moyano es, en este sentido, un oligarca, término que el habla popular apocopó en el conocido “garca”.

            Sin quererlo, Moyano le ha proporcionado a los hombres de campo un halago. Y también sin pensarlo, está expresando en ese halago lo que todos los argentinos saben: fue gracias al esfuerzo de estos compatriotas, que dejan su vida diariamente soportando inclemencias del tiempo, incertidumbre económica, intemperie financiera e institucional, ataques arteros de la administración tibutaria, saqueo impune de su riqueza usada para construir el clientelismo del sistema macro-cleptómano vigente, que el país pudo salir de la crisis del 2002.

            Y esa verdad nos hace coincidir con Moyano. Nuestros compatriotas del campo son realmente los únicos aristócratas que le quedan a la Argentina. Los que han soportado con estoicismo todas las agresiones a que han sido sometidos desde el 2003, sabiendo que su aporte era necesario para salvar al país de todos. No cayeron en la tentación de los “oligarcas”, como los dirigentes sindicales enriquecidos por la traición constante a sus representados. No asesinan tesoreros que saben demasiado sobre los manejos delictivos, ni organizan mafias violentas para librar batallas por la apropiación de privilegios.

Son, por el contrario, la esencia de los argentinos de bien, de los valores y conductas que hicieron grande a este país y la reserva a la que recurrimos cuando los periódicos desastres generados por la “patria contratista”, la “patria financiera”, la “patria partidaria” o la “patria sindical” nos colocan al borde del abismo.

O los socios de todos, los empresarios prebendarios alejados de los riesgos de la competencia pero siempre cercanos al poder, que ya están vendiendo sus empresas para “irse al dólar”, a esperar la caída para volver a comprar a precios ridículos lo que aún pueden vender a buen precio. Que es, dicho sea de paso, lo que han comenzado a hacer algunos, aconsejados por sus analistas económicos ante la cercanía al precipicio al que nos empujan día a día las genialidades de la administración K-K.

Los del campo quizás no debieran preocuparse: Moyano, en síntesis, les dijo un piropo. Estuvo mejor que el Jefe de Gabinete, que se “indignó” porque estos aristócratas, cansados del saqueo, protestan porque una vez más la banda de “Ali K-K- y los cuarenta ...” ha resuelto meterles la mano en el bolsillo.

Es que, cabe recordar, entre las virtudes de la aristocracia está saber tolerar el sufrimiento si es necesario para el bien de los demás. Pero no es virtuoso dejarse robar pasivamente para enriquecer delincuentes. Aunque algunos se indignen.

           

Ricardo Lafferriere        

viernes, 14 de marzo de 2008

La inflación ya está instalada

Varias generaciones de argentinos comenzaron su vida adulta en los últimos quince años. Vivieron problemas, angustias y crisis, incluyendo el saqueo institucionalizado del 2002 con la “pesificación asimétrica”, impulsado por las burocracias partidarias y empresariales bonaerenses. No conocieron la inflación y seguramente al oir hablar de ella la identifican sólo con el aumento de los precios. Sin embargo, las generaciones mayores, las que han vivido ya cinco o más décadas, saben lo que era la inflación para el deterioro sistemático de las condiciones de vida, la pérdida inexorable de horizontes y la imposibilidad de desarrollar ningún emprendimiento en el que poner la pasión por la construcción de su propio futuro económico.
Es que a medida que la tasa de inflación sube, sube la tasa de interés. Ello se mide anualmente –cuando no en forma mensual- y, en consecuencia, cualquier emprendimiento que requiera financiación debe proporcionar una rentabilidad superior a la tasa de inflación-interés prevista, para poder ser viable. En consecuencia, debe incorporar la inflación prevista en el precio de sus productos, realimentando el proceso.
Esa consecuencia no es la única: el umbral de rentabilidad requerido a emprendimientos posibles se incrementa al compás de la tasa, salvo para el sector financiero que, como funciona con dinero ajeno, amplía su ganancia a costa del ahorrista –que pierde con la licuación de su depósito- y del tomador del crédito –que debe dejar en la tasa la “parte de león” de sus ingresos-. La inexorable reducción de ahorristas privados se va reemplazando por fondos públicos, cuyo valor a nadie le interesa preservar porque son del conjunto –más específicamente, han sido confiscados al sector productivo y terminan dilapidándose en aventuras voluntaristas-.
Una ligero pantallazo de lo que ocurre en los gremios y en el sector financiero hoy es mejor indicador de la inflación percibida y prevista en la economía real que los datos del INDEC, destrozado como todo lo que K toca. La tasa para un crédito personal estandar, según surge de las páginas WEB de las instituciones bancarias, oscila enel 30 % anual nominal, que se convierte en un costo financiero real de alrededor del 40 % anual si se calcula la tasa como interés compuesto y se le agrega además el inefable IVA, que comienza a pesar sobre el crédito a medida que la tasa de interés aumenta (un IVA del 21 % sobre una tasa del 5 % es apenas de un punto; ese mismo IVA sobre una tasa del 30, se transforma en un 6,3 %, con lo que la tasa que debe pagar el tomador del crédito es ya del 36,3 % anual más los “gastos administrativos”, o sea, un disparate que ninguna actividad lícita permite en una economía estable). Comparar esa tasa con la inflación de menos del 10 % anual que informa el INDEC resulta patético.
La inflación está instalada, gracias a los aprendices de brujos instalados en la Casa Rosada, especializados en engordar alforjas propias y saquear las ajenas. Porque por supuesto, la inflación abre posibilidades enormes para los grandes negociados. Disimula ganancias, oculta sobornos, dificulta los cálculos, convierte en letra muerta los controles del gasto y en dibujos voluntaristas las partidas presupuestarias. Y a la postre, castiga con la desaparición de ilusiones a los ciudadanos comunes, que deben pasar su vida sacando cálculos para defender su ingreso instalando en la vida cotidiana la inseguridad económica como norma, la desconfianza como sistema y la falta de transparencia como método.
La inflación conspira contra la convivencia. Incrementa los conflictos sociales, que por el contrario desaparecen cuando hay estabilidad (¿alguien recuerda huelgas importantes en los 90?). Y destruye las bases para las negociaciones colectivas por empresas que comprometen y asocian a trabajadores y empresarios en el desafío común en cada actividad, reemplazándolas por la negociación “macro” entre las burocracias sindicales corruptas, recreando el triste fenómeno de sindicalistas estancieros, empresarios y multimillonarios eternizados en su silla, a la que han convertido en fuente inagotable de ingresos mal habidos.
La inflación, una vez instalada, adquiere una dinámica de muy difícil corte, salvo con crisis abruptas –como el “shok” de Rodrigo durante la presidencia de Isabel Perón, que a más de treinta años aún se recuerda y desembocó en el proceso militar, o la hiperinflación que se produjo durante la presidencia de Alfonsín, que le costó su retiro anticipado del poder, o la renuncia a la moneda nacional que se instaló con la convertibilidad y terminó derrumbando un sistema; todas tuvieron, a la corta o a la larga, consecuencias finales traumáticas-.
De todos los desastres K, gran dilapidador de una enorme oportunidad nacional, el desmantelamiento institucional ha sido el mayor, hasta ahora. La reinstalación de la inflación como sistema se le agrega para retornar, como quizás añora, a la época de triste recuerdo que desembocó en los años de plomo allá por los años 70..


Ricardo Lafferriere

El vacío... o la desfachatez

Pocas piezas oratorias presidenciales se han integrado con tanta naturalidad al género de la ficción como la actuada el 1 de marzo, en el discurso de apertura de sesiones ordinarias del Congreso.
Nada sobre la inflación, desatada como flagelo destructor por los aprendices de brujos del gobierno “K”.
Nada sobre el desmantelamiento del INDEC, convertido en hazmerreír del mundo en su afán de tapar el sol con los dedos.
Nada sobre la inseguridad, la que –cuando no....- ahora parece que es responsabilidad de la dictadura militar... ¡que terminó hace un cuarto de siglo!...
Nada sobre nuestros niños, convertidos en los más embrutecidos del Continente, luego de cinco años de una gestión premiada con una Senaduría Nacional.
Nada sobre la corrupción, definida ya por propios y extraños como la más profunda y extendida de cualquier gobierno de la Argentina moderna.
Nada sobre el enriquecimiento patrimonial de su familia, ese sí sin precedentes en la historia argentina.
Supina incapacidad para prever la crisis energética, que le fue anunciada durante años a su administración por calificados técnicos, empresarios y analistas de todo el arco político, académico e ideológico, y que ha sido “descubierta” como novedad de maestro ciruela por el actual turno de gobierno –por supuesto, achacada a gobiernos anteriores, en este caso a quien lo hizo veinte años atrás...-
Nada sobre el escandaloso negociado con los bonos argentinos en Venezuela, que está recorriendo las redacciones de todo el mundo embarrando más de lo que está el historial financiero del país con los manejos dirigidos sólo a enriquecer ilícitamente a un conglomerado de ladrones.
Nada sobre la vergonzosa operación de YPF, que a medida que se conoce en profundidad demuestra la ausencia del más mínimo sentido de pudor para organizar los negociados más espúreos, aún a costa del compromiso de desfinanciamiento y desabastecimiento aún mayor de energía para el país.
Nada sobre Skanska, ni sobre el bolso de Michelli, ni sobre el marido de Michelli, ni sobre la preservación de Uberti y de Jaime como funcionarios cajeros.
Nada sobre el mantenimiento de Guillermo Moreno como huracán destructor de todo lo que toca, llevando al borde de la desaparición a la explotación tambera, a la producción de carne, a la producción energética y a la viabilidad de cualquier inversión seria ante la prepotente falta de seguridad jurídica que convoquen a proyectos de mediano y largo plazo.
Nada sobre la creciente asfixia productiva, ni sobre la cerrazón que se cierne sobre la economía ante los dislates del ex presidente formal, real presidente de facto, que ha convertido a Puerto Madero en la verdadera sede del gobierno nacional.
Es dificil –lo hemos dicho varias veces- no coincidir con lo que dice la presidenta Kirchner. Es muchísimo más difícil encontrar algún hilo conductor, algún vínculo, entre lo que dice y lo que pasa. Como si viviera en una pompa de jabón, o mirara al país desde la estratósfera. Salvo por su obsesiva defensa del narcotraficante caribeño, que está a punto de desatar un baño de sangre en el continente luego de alinearse con lo peor de la política, del delito y del crimen global.
En siquiatría, tal vez se podría hablar de esquizofrenia. Pero es política, que obliga a ser claros en los juicios. El discurso oscila entre el vacío y la desfachatez.
El vacío, si tenemos benevolencia para juzgarla y pensáramos que no sabe lo que pasa.
La desfachatez, si –engañados por su facilidad en hilvanar frases articuladas- le diéramos crédito a sus palabras y pensáramos que sabe de lo que habla, y, en consecuencia, que miente con desparpajo.


Ricardo Lafferriere

De "realities" presidenciales, peces en el agua y majestad del poder

“¿De manera que eso eran?...” debió preguntarse más de un latinoamericano al observar, en vivo en directo, la transmisión televisiva de la reunión del Grupo de Río, cuya fundación fuera impulsada por Sarney y Alfonsín en 1986.
La avasallante “intervención” a que son sometidos los pasos y las escenas del poder en esta etapa de posmodernidad ha llegado ya hasta las majestuosas puestas en escena de las “altas cumbres”.
En otras épocas –Westfalia, Viena, Versailles, Yalta, Postdam- se trataba de cónclaves de alta reserva, de la que los ciudadanos comunes veían sólo la foto de circunstancia de sus inalcanzables líderes y esperaban que la sabiduría los condujera a no arruinarles demasiado la vida cotidiana en su veleidades prometeicas de constructores o reformadores del mundo.
Ahora esos cónclaves llegan al gran público en tiempo real y muestan las más nimias acciones de los protagonistas, privados por completo de la “majestad del poder” y dominados por pasiones infantiles, como la de un león hervíboro temible en sus diatribas verbales ante una cámara de TV en solitario, convertido en manso corderito al encontrarse frente a frente con su rival; o de una presidenta recibiendo en forma guaranga y descomedida el saludo de otro, que intentaba transmitirle su alegría por la finalización del entuerto.
Bauman, en su libro “En busca de la política”, analiza este curioso fenómeno del mundo posmoderno: la inversión del “panóptico”; esa pretensión de controlar todo desde el poder que fue primero expuesta por Bentham al analizar el diseño radial de las cárceles a fin de que los carceleros pudieran observar en todo momento las más pequeñas actitudes de los presidiarios, y que Foucault actualizara al analizar las sociedades dictatoriales –con el Estado controlando la vida de los ciudadanos- se ha invertido. Ahora son los ciudadanos los que observan, controlan y juzgan en tiempo real las patéticas miserabilidades del poder, diluyendo la vieja “majestad” del Estado y de lo público y dejando al descubierto la esencial humanidad –con sus bajezas y sus destellos geniales- de los hombres públicos, en esencial idénticos a las personas comunes.
El “reality” dominicano mostró todo. La impresionante solidez argumental del presidente Uribe, dueño de si mismo con una templanza que provoca la envidia de cualquier ciudadano no colombiano de estas latitudes; la desbordada adjetivación del escasamente democrático presidente ecuatoriano, jugando a participar de un juego que le queda grande, y obligado por la realidad a “dar por finalizado” un entredicho que no debió siquiera generar, cuando en esencia se trataba de una pelea entre colombianos –delincuentes unos, y oficiales públicos, otros- que no rozó a ningún compatriota suyo. Desesperada ansiedad por tomar algún protagonismo en una “pescera ajena” de nuestra presidenta, sin vela en el entierro a pesar de que, en palabras de su inefable canciller, se movió “como pez en el agua” y cuya intervención –que no omitió una broma de género de grotesco mal gusto- fue destrozada punto a punto por la maciza respuesta de Uribe al punto de dejarla desencajada y con su dedito oculto. Y –al fin...- la reacción teatral del afectado, que dejó a la vista de cientos de millones de latinoamericanos que los insultos cruzados, los desplazamientos de miles de soldados a la frontera, las amenazas de guerra –“hasta el final”...- y las exigencias formales sin sustancia que pusieron en vilo a todo un continente no habían sido más que fanfarroneadas inconsistentes. Tan inconsistentes que no provocaron que ni un solo soldado colombiano fuera desplazado hacia la frontera de su país para prever una posible batalla...
De manera que eso eran.
Lo preocupante, luego de ver el desarrollo de la cumbre, es que el honor, la riqueza, el destino y hasta la vida de tanta gente pueda estar dependiendo... de esas personas.


Ricardo Lafferriere

sábado, 1 de marzo de 2008

De costos, precios y licenciados a medias

El gobierno de Kirchner ha resuelto desatar una nueva vuelta al torniquete que asfixia a la producción. Está formando –según informaciones periodísticas- una fuerza de choque de inspectores que analizarán dentro de las empresas su estructura de costos. El fundamento de esta medida muestra el razonamiento de un economista que estudió microeconomía hasta la mitad del programa, y dejó la otra mitad sin siquiera leer: según declaraciones del Jefe de Gabinete de Ministros, “los costos determinan el precio final de un producto”, y con esta acción se verificará si las empresas cumplen con esta premisa –La Nación Sección “Economía & Negocios”, jueves 28 de febrero, página 2-.
Esa afirmación es cierta, pero a medias. Nadie producirá algo cuyo precio de venta sea inferior a sus costos de producción. Es una afirmación que funciona como “piso”. En tal eventualidad, la actitud previsible del empresario es que cambie su línea de productos o que cambie de rubro, si es que en el rubro que explota ya no existe mercado, sin que sea necesario que nadie le inspeccione nada. Este concepto se denomina “costo de oportunidad”, y es la opción que tienen las personas y las empresas de cambiar de actividad cuando lo que produce ya no interesa, cuando sus costos son superiores a los que puede ofrecer la competencia o cuando en otra actividad económica alternativa su recompensa puede ser mayor.
Pero es también una afirmación parcial, y esta parcialidad es la que la torna mendaz: el precio de venta no está fijado por los costos, sino por lo que está dispuesto a pagar una persona que necesita o le interesa un determinado producto o servicio. Esta es la otra mitad, la que funciona como “techo”. La demanda, esa otra mitad de la materia, orientará a los productores –empresarios, proveedores, personas- sobre los bienes o servicios que pueden ser rentables, generarle una ganancia, porque pueden producirlos o prestarlos a un precio de venta que las personas estén dispuestos a pagar por él y que le compense su esfuerzo.
¿Cuánto está dispuesto a pagar alguien por un producto o servicio? Pues, lo que tenga en su capacidad de compra, integrada por los ingresos de que disponga, y eventualmente por los créditos que pueda obtener. Siempre dando por supuesto que el bien o servicio le interese. Es muy difícil que, por ejemplo, alguien quiera comprar carretas para organizar una empresa de transportes cuando ya la sociedad dispone de camiones, ferrocarriles y aviones, por más que las carretas sean vendidas a menos del costo de produción. Salvo que se acabe el combustible... De la misma forma, si quiere comer carne y tiene disponibidad de recursos, pagará lo que esté dispuesto a pagar para obtener esa carne. Pasado ese límite, si no le alcanza o considera que pagar tanto deja de ser razonable, comprará otra cosa, como pollos, cerdos, pescados o proteinas vegetales.
¿Qué pasa si aumenta la disponibilidad de recursos de quienes desean un producto, pero no ha aumentado la cantidad de ese producto? Pue ese producto sube de precio. Y si no sube, se acaba más rápido, y al final directamente no se conseguirá, porque –sencillamente- no habrá más. Habrá que elaborar otro circuito, por ejemplo, adquiriéndolo en el mercado mundial, o sea, importándolo.
Es lo que ocurre ahora con el gas, la electricidad y el gasóil. Y lo que ocurrirá en pocos meses con la carne.
¿Por qué no aumentan su producción los empresarios? Es otro campo: los motivos que tienen los empresarios para invertir dependen de su expectativa de rentabilidad, y de su confianza. Los empresarios de hidrocarburos están produciendo a pleno en países que le garantizan seguridad jurídica . Los productores de carne están aumentando su producción en Uruguay y Brasil, aprovechando el excelente momento internacional. Sus gobiernos son serios, no caen en infantilismos y han estudiado todo el programa de la materia, no sólo la mitad.
Una muestra clara la presenta la ganadería en el Uruguay: sus exportaciones crecen a precios internacionales, sin “retenciones” de ninguna epecie, pero ello no impide que el asado esté al alcance de los consumidores uruguayos a un precio menor que en la Argentina. Actúa aquí “la segunda mitad” del libro: los consumidores internacionales fijan el precio de los cortes que le interesan en un nivel superior al costo de producción, generándole ganancias que enriquecen al país; y los consumidores internos fijan el precio que están dispuestos a pagar por el asado y demás cortes “no exportables” (porque no interesan al mercado externo) y los productores deben venderlo a ese precio porque si no, deben desecharlos. El fenómeno es similar a lo ocurrido con el gasóil y las naftas en los hidrocarburos en la Argentina: si no se puede exportar nafta, tampoco se puede producir gasóil.
Ahora se prepara, según trascendidos, una nueva prohibición a la exportación de carne. El “medio-Licenciado” a cargo del comercio sigue con el dislate. Sigue aplicando la mitad del librito. Y destrozando todo un sector productivo, que ha ha liquidado gran parte de su capital de “madres” pasándose a una actividad alternativa, la soja, en la que las imbecilidades oficiales son menores que las que manejan las decisiones sobre la carne porque conforman un objeto de rapiña demasiado valioso como para exterminarlo.
¿Somos “víctimas de nuestro propio éxito”, como afirmó el Jefe de Gabinete semanas atrás al justificar la crisis energética? Más bien parece que somos víctimas de la supina incompetencia del gobierno de Kirchner, a pesar de los encomiables esfuerzos dialécticos del Jefe de Gabinete. Si la economía sigue recalentándose con aumentos salariales que suman capacidad de compra a una economía que no crece sino que, al contrario, muestra sus límites –por la inseguridad jurídica, la falta de infraestructura, las alocadas decisiones de la Secretaría de Comercio, las dificultades de financiamiento productivo realimentadas por la inflación descontrolada- marchamos directo a una explosión como la que ocurrió con Isabel Perón, en 1975. En realidad, no es que suban los precios: lo que ocurre es que baja el valor de la moneda, ante la desbordante emisión de billetes nuevecitos de Cien pesos que cada vez valen menos.
Vendrá un rodrigazo, que cuanto más tarde, más fuerte golpeará a los hogares humildes.
Dios quiera que no venga de la mano de nuevas triples “A”, desorden social generalizado, y desborde total de la convivencia, que ya se insinúa y que se potenciarán con “fuerzas de choque” destinadas a enfrentar inútilmente al destino.

Ricardo Lafferriere